Carta al señor presidente con animales adjuntos, para su macro-zoológico de Ca(s/z)a Presidencial

 

Mi excelentísimo señor presidente de la Res-publica, como verás: ése sobra, como S de Somoza sobra y siempre sobrará. Pues de vida terremoto y otras resquebraduras sobre la cera del frente, he tenido que abandonarlo todo, aquí me encuentro ahora, trabajando la tierra de sol a sol, de luna a luna, y a propósito: ¿dónde están nuestras tierras, señor presidente? Nosotros sabemos que tu tierra queda exactamente a 6 pie bajo tierra, señor presidente. Este león que te mando, rey de la selva, dicen; ojalá que no haya discusiones entre los dos, mi señor presidente. Esta gorila que te mando, la pobre ha oído decir por ahí, que vos sos el rey del gorilato.

     Este mono que te mandan, figurate, es igualito a vos: puro cuadro, puro cuadro. Pero no te preocupés mi señor presidente Somoza, nosotros nos encargaremos que a vos también crezca tu colita, mi señor presidente.

     Esta lora que te mando, mi señor presidente: blah blah blah, igualita a vos, mi señor presidente. Y mucho cuidado con tu secreto de estado, y el estado de tu secreto, porque esta lora, verde, señor presidente, sufre de grabadora histórica. ¡Así que mucho cuidado!

     Esta zebra que te mando, ¿verdad que parece caballo? Pero creemelo que es una zebra de raza pura, igual que vos mi señor presidente. No te mando ni perro, ni chancho, ni tampoco un lindo cruce entre chancho y perro, porque vos tenés suficiente de estos animales en tu casa, comenzando con vos.

     Este pajarito rojinegro que te mando no puede vivir enjaulado. Porque anda en un solo vuelo de pueblos libres, mi señor presidente. Pero justamente a tiempo tendrás noticias de este pajarito rojinegro, mi señor presidente. Así que tampoco me le ande recetando fuego lento en ningún volcán, como hiciste con Tejada, mi señor presidente. Porque precisamente sufre de raíces de fuego, y cualquier día de estos vamos a hacer erupción, mi señor presidente.

     Ahí me disculpás que no te mande un cisne, mi señor presidente, ¿por qué aquí, pregunta don

Rubén Darío, por qué aquí no hay cisne, señor presidente? Pero quiero que sepa, mi señor

presidente, que yo igual que el cisne, canto, y siempre cantaré antes de morir, mi señor presidente.